Xantiles en Ajalpan
La gente en Ajalpan nos dice que xantil significa ‘cara arenosa’ con base en el material de su manufactura. Pero su nombre también puede venir de la deformación de la palabra española “santo”, que en la iconografía náhuatl se convierte en xante o xantil; se refieren en sí a las mismas esculturas humanas de barro y piedra que abundan en el valle de Ajalpan. Esta información de llamar santos a los antiguos ídolos o dioses mesoamericanos la recabó Roberto Abell en la década de los setenta del siglo XX en el pueblo de San Juan Atzingo, donde, dice, persistía el culto a “los dioses antiguos”:
La mención o referencia de xantiles en la región del Valle de Ajalpan y Tehuacan se remota a los primeros años de la conquista española, cuando los cronistas religiosos comenzaron a referirse a estas esculturas, pero no las mencionan con tal nombre, sólo refieren que son figuras feas, horribles y obras del demonio a las que había que destruir a toda costa para que se impusiera la nueva y verdadera religión, la católica, según los frailes evangelizadores. Un ejemplo de las referencias del siglo XVI que mencionan el culto y dioses mesoamericanos es la siguiente:
Estos principales ídolos con las insignias y ornamentos o vestidos de los demonios, escondieron los indios, unos so tierra, otros en cuevas (y) otros en los montes… (Benavente, 2003, pp. 297-298)
De acuerdo con la obra de fray Toribio de Benavente, o Motolinía, pareciera que el fraile se adelantó en el tiempo al describir lo que observaba a mediados del siglo XVI; su cita expresa lo que actualmente suele ocurrir cuando se explora un sitio prehispánico:
…porque si desde aquí a cien años cavasen en los patios de los templos de los ídolos antiguos, siempre hallarían ídolos, porque heran tantos los que hacían; porque acontecía que cuando un niño nacía hacían un ídolo y al año otro mayor, y a los cuatro años otro y como iba creciendo así iban haciendo ídolos, y de estos están los cimientos y las paredes llenos, y en los patios hay muchos de ellos…[1] (Ibidem)
La anterior referencia posiblemente se basa en sucesos que acontecieron en la región del sureste de Puebla durante la primera mitad del siglo XVI, ya que Motolinía fue guardián en los conventos de Tepeaca, Tecamachalco y Tehuacán, donde recabó parte de los datos para su magna obra, la Historia de los indios de la Nueva España. Pero tenemos referencias concretas para la región de Tehuacán, ya que en la Relación de Cuzcatlán (hoy Coxcatlán, Puebla), pueblo localizado al sureste del primero, se menciona la abundancia de estas figuras y el culto que se le daba a los antiguos dioses mesoamericanos:
… y con ellos una mujer llamada Cihuacoatl a quien ellos adoraban y reconocían por su diosa, de quien entendían valerse en sus tribulaciones y aflicciones, y en sus batallas, suertes y casos buenos, la cual diosa era sobre los demás ídolos q(ue) tenían y los cuales no van especificados por ser tantos, sin número, porque sobre un caso, por peq(ue)ño que fuese, alzaban un dios y le ponían el nombre que querían… (Relación de Cuzcatlán del año de 1580; en Acuña, 1984, pp. 94-95)
Otro cronista refiere el culto que se daba a los dioses mesoamericanos y los lugares donde se realizaba esta adoración al mencionar que:
… en todos los lugares que dedicaban para oratorios, tenían sus ídolos grandes y pequeños: y los tales lugares (como queda tocado) eran sin número, en los templos principales y no principales de los pueblos y barrios, y en sus patios, y en los lugares altos y eminentes, así como montes, cerros y cerrejones, y en los puertos… También tenían ídolos junto a las aguas, mayormente cerca de las fuentes… Y cerca de los grandes árboles hacían lo mismo, y en los bosques. Y delante de los ídolos trabajaban mucho de plantar cipreses y unas palmas silvestres que se crían mucho hacia las tierras calientes. (Mendieta, 1970, p. 87)
Una referencia del siglo XVI menciona la forma de adorar a estos antiguos dioses mesoamericanos y el entorno que esto implicaba, tanto el espacio arquitectónico como los elementos e instrumentos asociados con el acto religioso; plantea lo siguiente:
… tenían un brasero en medio de la sala, que no tenía más pieza y cercada de asientos que llaman iepales, que son de juncia y palma, muy pintados, y en medio, como a la cabecera, uno de estos asientos más altos con sus espaldar, y todo el suelo de la sala esterado con unas esteras hechas de lo mismo que los asientos, que allí llaman petates, y colgados por las paredes muchos ídolos; y algunos, los más, estaban muy adornados de flores hechos ramilletes que ellos llaman xuchiles, muy olorosas, que las hay en extremo de la misma tierra, que España no las tiene, que el olor de ellas es riquísimo y trasciende toda una calle. Y había indios que tenían devoción con un demonio particular, como los cristianos tenemos en los santos, y a éstos hablaban y pedían sus menesteres y los honraban y aun traían consigo sus retratos. Y entraban los indios en aquella sala de uno en uno, y hacían cada cual su acatamiento a su ídolo, y luego se sentaban por su orden, y desde allí a poco se levantaba,… (Suárez de Peralta, 1994, p. 112)
De la forma de estas figuras y los lugares donde se idolatraban tenemos que:
Hacen tres tipos de ídolos: unos pequeños para sus trojes, otros de copal (copalli, resina arbórea) y otros de masa de Tzoal (alegría), de la cual se hacía una figura de Huitzilopochtli que colocaban en los altares de los templos, que tenían en las cumbres de los cerros y, pasado un año, se comía repartido en bocados. (Ponce de León, 1973, p. 101)
Otra referencia interesante de finales del siglo XVII es la que encontramos en la obra Luz y método de confesar idólatras, donde aparece también un testimonio sobre estas esculturas; su importancia radica en que el autor es originario de la región, concretamente de Quecholac, Puebla, y al ordenarse sacerdote, en ejercicio de su labor evangelizadora, escribe:
No se hallan al presente templos y oratorios públicos de ídolos y falsos dioses, a quienes, como en la gentilidad, adoren y reverencien y ofrezcan sacrificios; no obstante, en lo secreto, y a escondidas, y en partes muy retiradas, solas y apartadas de poblados, se hallan particulares sitios y lugares señalados, a donde persuadidos del demonio y no olvidados de lo que sus antepasados, como infieles y gentiles y sin luz evangélica hacían gentílicamente, ciegamente idolatrando, ahora no pocos de los indios plebeyos tienen ídolos y los colocan y ponen en altares como dioses, y los inciensan y ofrecen sacrificios… dándole veneración en los ídolos que son sus malditas hechuras y abominables figuras. (Villavicencio y Jaimes, 2002, pp. 7-8)
En virtud de lo anterior y apoyados en las recientes investigaciones sobre la región de Ajalpan-Tehuacán, así como en las evidencias arqueológicas e históricas, proponemos a manera de hipótesis que el nombre de Tehuacán tiene una connotación regional dentro del ámbito náhuatl, y el significado correcto sería, como lo infiere Juan de Torquemada en la segunda década del siglo XVII, ‘Lugar de los que tienen dioses o ídolos’. Algo parecido ocurre con el nombre de Teotitlán del Camino, donde teo es ‘dios’, ti es una partícula posesiva y tlán es ‘lugar’; ‘Lugar de dios’. Esto se reforzaría arqueológicamente con la gran cantidad de figuras de barro o piedra que abundan en la región, principalmente en la parte del valle donde están ubicadas estas poblaciones y otras de la misma filiación étnica[3], aunque al parecer también existieron esculturas en madera, básicamente de miquimite o colorín y de mezquite (Según informe del señor Jacinto Robles Cruz, originario de San Lorenzo Teotipilco, poblado donde recuperaron ídolos o xantiles de barro en la última década del siglo XX), además de su posible manufactura con otros materiales perecederos[4].
Estas esculturas regionalmente se conocen como xantiles o shantiles, palabra que puede ser una deformación o adulteración de "gentil", nombre genérico con el que se denominó a toda la población humana anterior a la llegada de los españoles. Fueron elaboradas el sureste de Puebla, noroeste de Oaxaca y una pequeña porción del centro de Veracruz; esto dentro de un área geográfica-cultural mayor que hoy se denomina Mesoamérica.
Aunque los santos antiguos como hoy en día llaman a las supervivencias de deidades prehispánicas y los sacrificios de animales perduraban y se sigue practicando su culto en los cerros. (Abell, 1970, p. 20)[5]
A idéntica interpretación han llegado los maestros Joaquín Galarza y Noemí Castillo, quienes aseguran que el nombre de xante o xantil procede de “santo” (comunicación personal); también se entendería con esta última explicación la persistencia y culto que se rinde a estas esculturas en la región, donde su tenencia implica abundancia y cuidado de los bienes de sus propietarios a modo de guardianes de las casas; además se les colocan monedas en la boca o en las manos para pedir riqueza, costumbre que persiste en la población de Pala, al este de Coxcatlán.[6]
Otra persona que nos brindó información sobre el culto que actualmente se le da a las deidades prehispánicas es el maestro Celso A. Osorio Cabrera[7], quién mencionó que en Cacaloc, población localizada al poniente de Zoquitlán y al noreste de Coxcatlán dentro de la Sierra Negra, observó la forma en que una anciana tenía un altar en su tapanco: de un lado una imagen de la Virgen de Guadalupe y del otro una deidad prehispánica dual, sólo que no representaba la vida y la muerte, motivo tan repetido en el mundo mesoamericano, sino que media cara de la figura era de hombre y la otra mitad de mujer. También nos dijo que el nombre con el que se denomina a estas figuras prehispánicas es santos o xantiles; ambas representaciones religiosas estaban adornadas con papel y ramos de flores, y según el informante se les sahumó con copal según la antigua costumbre indígena (comunicación personal con el maestro Celso Osorio).
Si bien el nombre que actualmente se le da a estas figuras es xantiles, esto es en el ámbito regional; también suelen llamárseles “santitos”, “ídolos”, “monos” o “muñecos”. En términos generales, la gente de la región no tiene un nombre específico para cada tipo de escultura, ya sean de barro, de piedra, madera o de otros materiales, y las llama por cualquiera de estos cinco nombres. Sin embargo, dentro del ámbito académico se ha hecho énfasis en que losxantiles son las figuras de barro huecas que suelen estar decoradas.
Los primeros ídolos o xantiles reportados proceden de Frontera, Tabasco.
Dibujo realizado por Desiré Charnay durante su viaje en 1881.
Mural de la escalera del palacio municipal de Tehuacán. Recreación de la destrucción de ídolos o xantiles en el sitio prehispánico de Tehuacán Viejo en 1540.
Desiderio Hernández, 1960. Detalle.
Xantiles procedentes de Teotitlán del Camino, Oaxaca.
Seler, 1905.
Cabeza de xantil o ídolo. Seler, 1905
Xantiles procedentes de Teotitlán del Camino, Oaxaca. Seler, 1905.
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